martes, 26 de marzo de 2013

Arroz y Flores

"Si la flor a la flor entrega el alto germen
y la roca mantiene su flor diseminada
en su golpeado traje de diamante y arena,
el hombre arruga el pétalo de la luz que recoge
en los determinados manantiales marinos
y taladra el metal palpitante en sus manos."
P.Neruda
En el vídeo anterior los enamorados que se despiden tendrán una inmensa distancia de por medio, pero ante todo un gran vacío.
Vacío que lo puede llenar la poesía y sus palabras.
En la naturaleza verde estas distancias en parte están resueltas mediante la comunicación desde las flores, viento, insectos, pájaros, otros animales y hasta humanos.
Y aunque no media ninguna palabra, esta comunicación no es menos poética.
Pues las formas, colores, olores, tersuras, sonidos, cantos, todo es poesía hecha materia y energía, y sin una sola palabra, sin una sola creencia.
Es la poesía hecha vida y la vida hecha poesía.
“¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir” Confucio

"Buda llegó una mañana y como de costumbre, se había reunido un gentío, muchas personas esperaban para oírlo. Pero algo era inusual: llevaba una flor en la mano. Nunca antes había llevado nada en su mano. La gente creyó que tal vez alguien se la hubiera regalado. Buda llegó y se sentó bajo el árbol. La muchedumbre esperó, esperó y esperó, pero él no habló. No los miraba, sólo miraba la flor. Pasaron minutos, después horas, y la gente se puso muy impaciente. Se cuenta que Mahakasyapa no pudo contenerse y rió en voz alta. Buda lo llamó, le dio la flor y le dijo al gentío: —Todo lo que podía decirse con palabras, os lo he dicho, y lo que no puede ser dicho con palabras, se lo doy a Mahakasyapa."


Qué es la poesía
Netzahualcóyotl (1450)
Lo he comprendido al fin:/
oigo un canto: veo una flor:/
¡oh, que jamás se marchiten!/



Deseo y deseo las flores,/
deseo y deseo los cantos,/
estoy con anhelo .../
(...)/
Habremos de reír, nos alegraremos,/
habrá deleite,/
yo tendré gloria, .../
Yo, yo soy atrapada,/
mi manita da vueltas,/
ven ya, ven ya.
Quieres tocar mis pechos,/
casi mi corazón.../
Yo, con flores de color de ave de fuego,/
para ti haré resonar mi vientre,/
aquí está: a ti hago ofrenda/
La preciosa flor de maíz tostado,/
la del ave de cuello de hule,/
la flor del cuervo, tu manto de flores,/
ya están extendidos./
Sobre la estera preciosa tú yaces,/
en casa que es cueva de plumas preciosas,/
en la mansión de las pinturas./
(...)/
He venido a dar placer a mi vulva florida,/
mi boca pequeña./
Deseo al señor,/
al pequeño Axayácatl./
Mira mi pintura florida,/
mira mi pintura florida: mis pechos./
(Aquiauhtzin, “Canto de las mujeres de Chalco”, p. 185 ss)

Encontré esta maravillosa página para quienes les apasiona las recetas, los gustos son bastante subjetivos y a la medida ja ja ja, a mí me encantó esa "natilla casera a la lavanda", buen provecho!!!
http://www.recetin.com/etiqueta/flores-comestibles/

Nota: Las fotografías de las muchachas náhuatls y de la alfarería náhuatl corresponden al fotógrafo Mario Muschlechner.

 

viernes, 8 de marzo de 2013

Pan y Rosas


Mi Clítoris
Mi clítoris destella
en las barbas de la noche
como un pétalo de lava,
como un ojo tremendo
al que ataca la dicha,
al que el placer ataca
y contraataca
con zumos delicados,
enfebrecidas salamandras.
El útero olvida
su suave domicilio. Desata
las cuerdas del espacio.
Varón, que te recorre
mi pubis, fuego y raso.
Ana Istarú

Poeta Ana Istarú
 
Para ser mujer
Me dieron
mis dos brazos de mujer
y no me dijeron como romper los cerros.
Y ahora que he aprendido a volar
entre sus flancos
de animal herido
me quitan
el único par de manos
que llevo.
Si algún día
yo pudiera caminar
por las calles
libremente,
sin catecismos
ni prejuicios de herrumbre,
sin una Virgen como ejemplo,
y golpear una piedra
con mi pie de mujer
y sonreír,
y hacer que un hombre sea
en la exacta medida
y fuerza en que yo soy.
Si yo pudiera
alborotar el mundo
y trastornarlo,
y devolverle la claridad rabiosa
a su rostro ciego.
Se me llenaría la cara
con libertad de aguaceros.
Ana Istarú
 
 
Poema Domicilio
¿en dónde está mi madre? ¿en un terrón infecto? ¿en un
plato de viento que se pudre? ¿en el hollín crujiente?
¿en un cajón de hierro? ¿en una carabela carcomida? ¿un
animal que ruge en medio de una bala? ¿un fuego de
espinazos? ¿una bestia menuda que se asfixia? ¿debajo
de la tierra está golpeando por salir como un niño del
vientre de su madre? ¿me está mirando? ¿de allí? ¿de
ese ciervo quebrado al borde del camino? ¿y ese trozo
de grito que no atina a abrirse paso por el cuello? ¿es un
rastro de musgo que los rayos liquidan? ¿un recuento
de calcio? ¿un pájaro de escombro?
 
yo soy mi madre
y mi cuerpo
es ahora su elemento
Ana Istarú De “Verbo madre” 1995

 
PAN Y ROSAS
Mientras vamos marchando, marchando, a través del hermoso día
un millón de cocinas oscuras y miles de grises hilanderías
son tocados por un radiante sol que asoma repentinamente
ya que el pueblo nos oye cantar: ¡Pan y rosas! ¡Pan y rosas!
 
Mientras vamos marchando, marchando, luchamos también por los hombres
ya que ellos son hijos de mujeres, y los protegemos otra vez maternalmente
Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte,
los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos
¡dennos pan, pero también dennos rosas!
 
Mientras vamos marchando, marchando, gran cantidad de mujeres muertas
van gritando a través de nuestro canto su antiguo reclamo de pan;
sus espíritus fatigados no conocieron el pequeño arte y el amor y la belleza
¡Sí, es por el pan que peleamos, pero también peleamos por rosas!
 
A medida que vamos marchando, marchando, traemos con nosotras días mejores.
El levantamiento de las mujeres significa el levantamiento de la humanidad.
Ya basta del agobio del trabajo y del holgazán: diez que trabajan para que uno repose
¡Queremos compartir las glorias de la vida: pan y rosas, pan y rosas!
 
Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte;
los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos
¡pan y rosas, pan y rosas!

James Oppenheim (poeta y activista afiliado al sindicato IWW -Industrial Workers of the World) Inspirado en el slogan “pan y rosas” de la famosa huelga de las obreras textiles de Lawrence –Massachussets Versión original en inglés: Bread and Roses by James Oppenheim 1911

This poem, written by James Oppenheim to celebrate the movement for women’s rights and published in American Magazine in 1911, is closely associated with the Lawrence textile mill strike of 1912. During the strike, which was in protest of a reduction in pay, the women mill workers carried signs that quoted the poem, reading “We want bread, and roses, too”. The photo above was taken during the strike. Bread and Roses was set to music by Mimi Fariña in the 1970s, and has become an anthem for labor rights, and especially the rights of working women, in the United States and elsewhere.

lunes, 4 de marzo de 2013

Amén

3:28 Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. De carta a los galatas

La piedra y el Dios
Por: William Ospina
Hay una famosa pregunta que hacían los filósofos acerca de la omnipotencia divina: ¿es capaz Dios de hacer una piedra que él mismo no pueda levantar? Todo parece indicar que la respuesta es: sí, la piedra de Pedro, el Vaticano.
 
La abdicación de Benedicto XVI ha puesto a todos a pensar en la crisis de la Iglesia. Pero aunque esa crisis es múltiple y, como bien lo indica Hans Küng en su texto ¿Una primavera vaticana?, su problema es una jerarquía anclada en viejas supersticiones y en la soberbia del poder, que se niega a ver los problemas contemporáneos y las aguas negras que suben por esa institución y amenazan con inundarla, el problema es más hondo y tiene que ver con el papel que juegan las religiones en esta encrucijada de los tiempos.
Aunque no soy católico, la suerte de la Iglesia me importa. La suerte del cristianismo en su conjunto me importa aun más, y creo entender a Hölderlin cuando sugiere que sin tener en cuenta a Cristo será imposible encontrar soluciones para el desorden monstruoso de la civilización.
Nada se parece menos a Cristo que el Vaticano: basta visitar San Pedro para entender que Cristo no habría cabido en esa basílica. Esos vagabundos y esos mendigos que fundaron el cristianismo; ese hombre que decía: “Mirad los lirios del campo y las aves del cielo, que no trabajan ni hilan, y ni Salomón con toda su pompa vistió como ellos”; ese hombre tan poco amigo de la acumulación que nos aconsejaba pedir sólo “el pan de cada día”, no tienen nada que ver con estos prelados arrogantes llenos de intereses terrenos, que saben darle al César lo que es del César pero que hace mucho no saben darle a Dios lo que es de Dios. ¿Cristo en un templo de mármol lleno de estatuas de reyes engastadas en oro? ¿Cristo manejando las intrigas del banco Ambrosiano? ¿Cristo manejando burócratas, moviendo influencias, pidiendo ser recibido en las cumbres de los ganadores de la guerra?
Si desde el ápice de su poder, como desde la cumbre de una montaña, un pontífice intentara ver dónde está Cristo, no tendría qué mirar hacia arriba, al azul impalpable instalado a unos centímetros de su tiara, sino vertiginosamente en sentido contrario, hacia el horizonte de los pueblos maltratados y de los pobres excluidos por un poder arrogante y mezquino.
Un poder que envilece de basuras el mundo, que degrada la naturaleza, que propone como fin de la historia el hartazgo del consumidor satisfecho, y que convirtió en mercancías todas las cosas.
El proceso ya llega a su plenitud: ya la salud, la educación, el sexo y la plegaria son mercancías; ya parecen domados por el gran Leviatán la política, la rebelión, la ciencia y el arte. Ya los funcionarios del poder planetario no hablan de cómo combatir el cambio climático sino de cómo adaptarse al cambio climático; los teóricos de economía no advierten que la causa del caos es un orden de prioridades absurdo, donde los seres humanos son el problema y lo que hay que salvar es el modelo financiero; los países están sentados sobre la bomba de tiempo de la locura nuclear, de la banca insaciable, de la democracia secuestrada por la plutocracia; y los medios sirven en el plato raciones crecientes de trivialidad cotidiana y de conformismo.
Todas las religiones del mundo deberían tener algo que aportarle a la esperanza humana, algún desafío que lanzarle a la especie: siquiera el respeto por la divinidad profanada del mundo, siquiera la nostalgia por ideas más dignas acerca de la condición humana.
Las iglesias, perdidas en sus intrigas y sus ambiciones, no pueden ver el abismo hacia el que se encamina un mundo que ya no cree en lo divino y que pronto no creerá en lo humano.
Al papa no debería bastarle con abdicar: tendría que desnudarse como Francisco de Asís de las pompas y los oropeles, vestir el talar raído de los peregrinos, e irse a buscar a Dios en los mendigos que callan bajo los puentes, en las madres que lloran a sus hijos muertos en la guerra del príncipe o en la guerra sin nombre de los arrabales.
Cualquiera sabe que Dios no está en un trono. Dios, si existe, tendría que estar donde la humanidad sufre y donde la desesperación amenaza.
Y toda iglesia debería encarnar alguna escala de valores, en esta época postnietzscheana en que los mandamientos se rompieron contra el peñasco, y en que ya nadie cree, empezando por los políticos, que haya algo sagrado que respetar en este mundo.
Confundidas por sus guerras internas, sus ambiciones y sus dogmas, las iglesias no advierten que estamos destruyendo el único tesoro que nos fue confiado: las aguas, los bosques, el aire, los alimentos, la idea de comunidad, los afectos, la sed de saber, el amor por la belleza, la inteligencia y la sensibilidad.
Otra noción de lo sagrado tendrá que surgir en el mundo: con más respeto por la tierra y por la vida, con más respeto por los seres humildes y por la naturaleza.
Con Cristo, por primera vez una leyenda religiosa propuso un dios que no venía al mundo a buscar a los príncipes ni a los potentados sino a conversar con la gente humilde. Ese momento en que Cristo escogió como interlocutores y mensajeros a unos hombres sencillos y rudos, en que puso a los pobres a hablar con el Dios y a reconocerlo, hará que Cristo dure más que todos los príncipes que fingen representarlo.