“Quali colombe dal disio chiamate”
I…
un principio hedónico...
Esta publicación es continuación de la anterior titulada con la pregunta ¿Qué fue primero, el huevo o el nido? y correspondería al exorcilogio número 168.
Para ello comentaré con brevedad algunos apartes de una conferencia de J.L.Borges titulada “La Divina Comedia” correspondiente a un ciclo de charlas dictadas bajo el título de “7 Noches”
Bien, ¿de cuántas formas se puede leer un texto literario.
En este caso, La Divina Comedia?
Borges dice que según Dante hay cuatro formas, una es la que se hace en sentido literal, otra en el sentido alegórico.
Hago notar que la costumbre de interpretar se liga directamente con la forma de actuar, de pensar y de hacer. Hay escritores que jamás salen de la interpretación literal de los hechos, con esto no quiero decir que haya algún problema, hay otros que manejan el sentido alegórico a veces combinado con el literal.
Para expresarse en estos dos modos sea conscientemente o inconscientemente generalmente no se enfrentan las dificultades ante los textos que se encuentran cuando se trata de la interpretación.
Dificultad que se tornó mayúscula, por ejemplo, para Paul Claudel quien cedió la ingenuidad de la lectura del niño a la intensidad del texto escrito por Dante llegando a una interpretación netamente literal y negando que luego de la muerte haya tal infierno con tales castigos y condenas.

Dice Borges que “Conviene recordar aquí a Escoto Erígena, quien dijo que la Escritura es un texto que encierra infinitos sentidos y que puede ser comparado con el plumaje tornasolado del pavo real.”
Por otra parte Borges nos cuenta acerca de su particular modo de lectura “Creo, sin embargo, en la conveniencia de ese concepto ingenuo, ese concepto de que estamos leyendo un relato verídico. Sirve para que nos dejemos llevar por la lectura. De mí sé decir que soy lector hedónico; nunca he leído un libro porque fuera antiguo. He leído libros por la emoción estética que me deparan y he postergado los comentarios y las críticas. Cuando leí por primera vez la Comedia, me dejé llevar por la lectura. He leído la Comedia como he leído otros libros menos famosos.”
Desde el hedonismo el conferencista nos menciona a Carlyle quien observó que la principal característica de Dante es la intensidad de principio a fin de su obra.
Lo que aprovecha Borges para presentar…”otro rasgo: la delicadeza de Dante. Siempre pensamos en el sombrío y sentencioso poema florentino y olvidamos que la obra está llena de delicias, de deleites, de ternuras. Esas ternuras son parte de la trama de la obra…Recuerdo asimismo la curiosa metáfora de la flecha. Dante quiere hacernos sentir la velocidad de la flecha que deja el arco y da en el blanco. Nos dice que se clava en el blanco y que sale del arco y que deja la cuerda; invierte el principio y el fin para mostrar cuan rápidamente ocurren esas cosas.”
Este ejercicio es una magnífica práctica y técnica para cualquier intérprete y creador, tomar los procesos del fin al principio y viceversa.
El mismo argumento de toda la Divina Comedia es un buen ejemplo de ello. El todo es no desesperarse, no dejarse seducir por el primer resplandor de la idea o su visión y tenerse y tener toda la paciencia.

II…estamos hechos para la poesía…
Aparte de estas felicidades y delicias del poema, Borges imbuido y poseso de ese principio hedónico (mantengamos siempre este principio) destaca aquello que mantiene a la obra de Dante: la narrativa, pues en las raíces de la narrativa está la épica que es en esencia nada más que narrativa.
No puede dejar pasar por alto otra importante acotación borgiana para esta lectura, la música en el libro que va siguiendo las emociones en sus diferentes variaciones, y esto debido principalmente a los versos que llegan a la pureza del soplo divino: “Cuando leemos versos que son realmente buenos, tendemos a hacerlo en voz alta. Un verso bueno no permite que se lo lea en voz baja, o en silencio. (Importante!!! chicas, chicos) EL VERSO SIEMPRE RECUERDA QUE ES UN ARTE ORAL ANTES DE SER ESCRITO, RECUERDA QUE FUE UN CANTO”
“Los dioses tejen desventuras para los hombres para que las generaciones venideras tengan algo que cantar” Odisea, ja ja ja.
“Todo para en un libro…” afirma Mallarmé.
Entonces el mismo Borges concluye con esta reverente y memorable sentencia:…”estamos hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos hechos para la poesía…”
Lo anterior autoriza a Dante para cantar alto en primera persona y como primer personaje, sin necesitar para nada ser un escritor incrédulo que se dirige a lectores incrédulos para narrar lo aparentemente sobrenatural.
Esto se ve reforzado y remarcado por el segundo personaje (hay un tercero, ya vamos para allá) es otro Poeta, Virgilio. Dante como poeta vivifica la historia en sus reales dramas y recupera la espina dorsal de esta en la vertiente pura de la poesía, así Virgilio se nos presenta como el conocido en las Eneidas o las Georgicas y el Virgilio íntimo desde el canto de Dante.
Siguiendo a Borges tenemos entonces que desde estos dos personajes se puede detectar a un tercero partiendo de dos características de Dante: la ternura y el rigor.
Por un lado está la ternura de Dante “la leche de la bondad humana”. Por el otro está el saber que somos habitantes de un mundo riguroso, que hay un orden.
Ese orden corresponde al Otro, al tercer interlocutor.
Como considero que el alma de la charla está precisamente en este pasaje del Canto V lo cito en seguida textualmente en su totalidad:

III…Paolo y Francesca…la deseada sonrisa…y el tiempo de los dulces suspiros…
"Cuando llegamos al canto quinto, Dante ha llegado a su gran descubrimiento: la posibilidad de un diálogo entre las almas de los muertos y el Dante que los sentirá y juzgará a su modo.
No, no los juzgará: él sabe que no es el Juez, que el Juez es el Otro, un tercer interlocutor, la Divinidad.
Pues bien: ahí están Homero, Platón, otros grandes hombres ilustres. Pero Dante ve a dos que él no conoce, menos ilustres, y que pertenecen al mundo contemporáneo: Paolo y Francesca. Sabe cómo han muerto ambos adúlteros, los llama y ellos acuden.
Dante nos dice: “Quali colombe dal disio chiamate”. Estamos ante dos reprobos y Dante los compara con dos palomas llamadas por el deseo, porque la sensualidad tiene que estar también en lo esencial de la escena.
Se acercan a él y Francesca, que es la única que habla (Paolo no puede hacerlo), le agradece que los haya llamado y le dice estas palabras patéticas: “Se fosse árnica U Re dell’universo / noi preghremmo lui per la tua pace”, “si fuese amigo el Rey del universo (dice Rey del universo porque no puede decir Dios, ese nombre está vedado en el Infierno y en el Purgatorio), le rogaríamos por tu paz”, ya que tú te apiadas de nuestros males.

Francesca cuenta su historia y la cuenta dos veces.
La primera la cuenta de un modo reservado, pero insiste en que ella sigue estando enamorada de Paolo.
El arrepentimiento está vedado en el Infierno; ella sabe que ha pecado y sigue fiel a su pecado, lo que le da una grandeza heroica. Sería terrible que se arrepintiera, que se quejara de lo ocurrido. Francesca sabe que el castigo es justo, lo acepta y sigue amando a Paolo.
Dante tiene una curiosidad. “Amor condusse noi ad una morte”: Paolo y Francesca han sido asesinados juntos. A Dante no le interesa el adulterio, no le interesa el modo como fueron descubiertos ni ajusticiados: le interesa algo más íntimo, y es saber cómo supieron que estaban enamorados, cómo se enamoraron, cómo llegó el tiempo de los dulces suspiros.
Hace la pregunta.
Apartándome de lo que estoy diciendo, quiero recordar una estrofa, quizá la mejor estrofa de Leopoldo Lugones, inspirada sin duda en el canto quinto del Infierno. Es la primera cuartera de “Alma venturosa”, uno de los sonetos de Las horas doradas, de 1922:
Al promediar la tarde de aquel día,/
Cuando iba mi habitual adiós a darte,/
Fue una vaga congoja de dejarte/
Lo que me hizo saber que te quería./
Un poeta inferior hubiera dicho que el hombre siente una gran tristeza al despedirse de la mujer, y hubiera dicho que se veían raramente. En cambio, aquí, “cuando iba mi habitual adiós a darte” es un verso torpe, pero eso no importa; porque decir “un habitual adiós” expresa que se veían frecuentemente, y luego “fue una vaga congoja de dejarte / lo que me hizo saber que te quería”.
El tema es esencialmente el mismo del canto quinto: dos personas que descubren que están enamoradas y que no lo sabían. Es lo que Dante quiere saber, y quiere que le cuente cómo ocurrió.
Ella le refiere que leían un día, para deleitarse, sobre Lancelote y cómo lo aquejaba el amor. Estaban solos y no sospechaban nada. ¿Qué es lo que no sospechaban? No sospechaban que estaban enamorados. Y estaban leyendo una historia de La matiere de Bretagne, uno de esos libros que imaginaron los britanos en Francia después de la invasión sajona.
Esos libros que alimentaron la locura de Alonso Quijano y que revelaron su amor culpable a Paolo y Francesca.
Pues bien: Francesca declara que a veces se ruborizaban, pero que hubo un momento, “guando leggemmo il disiato riso”, “cuando leímos la deseada sonrisa”, en que fue besada por tal amante; éste que no se separará nunca de mí, la boca me besó, “tutto tremante”.
Hay algo que no dice Dante, que se siente a lo largo de todo el episodio y que quizá le da su virtud.
Con infinita piedad, Dante nos refiere el destino de los dos amantes y sentimos que él envidia ese destino. Paolo y Francesca están en el Infierno, él se salvará, pero ellos se han querido y él no ha logrado el amor de la mujer que ama, de Beatriz.
En esto hay una jactancia también, y Dante tiene que sentirlo como algo terrible, porque él ya está ausente de ella. En cambio, esos dos réprobos están juntos, no pueden hablarse, giran en el negro remolino sin ninguna esperanza, ni siquiera nos dice Dante la esperanza de que los sufrimientos cesen, pero están juntos.
Cuando ella habla, usa el nosotros: habla por los dos, otra forma de estar juntos. Están juntos para la eternidad, comparten el Infierno y eso para Dante tiene que haber sido una suerte de Paraíso.”

IV…Tercer personaje
Ya se ha reiterado lo de las lecturas múltiples, es aquí donde me valgo de esta importante carta. Ese tercer personaje se puede concebir como lo que se ha de aceptar, querámoslo o no.
Es aquí donde nace el héroe al que le guardamos reverencia y admiración por su capacidad de desafiar lo establecido, cada uno de nosotros tiene ese germen de heroicidad que compatibiliza y simpatiza con las grandes hazañas propias y extrañas dadas desde nuestros más profundos e intensos anhelos y deseos (sueños, psicoanálisis etc.)
Bien, es aquí donde Dante encuentra a Ulises y en palabras de Borges dice que Dante sintió que Ulises era él.
El espíritu del héroe siempre será su aventura, su audacia, donde se juega la gloria o la total derrota, su destino es perecer y desvanecerse desbordando lo límites de lo conocido y de lo establecido en todos los ámbitos del alma y de las posibilidades humanas, y en esencia eso y nada más que eso, es el Poeta.
Tomo dos citas de “Nueve ensayos dantescos” del mismo Borges para enmarcar el final de esta lectura:
“El último encuentro (el de Dante y Beatriz) es el más doloroso, no por ser último, sino porque sucede en el cielo…”
“Dante fue despreciado (desairado) por Beatriz. Una vez muerta ella, él pierde toda esperanza terrenal de tenerla. Por eso crea la Comedia, para encontrarla. Pero ella, en ese sueño, es severísima con él. Las imágenes que él ve son más parecidas a una pesadilla que a un sueño feliz. Quizá Dante tuvo envidia de Paolo y de Francesca, unidos para siempre en su infierno…”
Hagan sus apuestas…señoras y señores…ja ja ja
V…dormir una última noche perpetua…
CARMEN V
Vivamos y amemos, oh Lesbia mía, /
y démosles menos valor que a un as /
a las voces de los viejos severos./
Los astros pueden morir y volver; /
muerta nuestra breve luz, deberemos /
dormir una última noche perpetua. /
Dame mil besos, seguidos de un ciento;/
luego otros mil, luego un segundo ciento; /
luego otros mil seguidos, luego un ciento. /
Después, hechos ya muchísimos miles, /
revolvámoslos, para no saber /
ni nosotros, ni el malvado que mira /
acechante, cuántos besos nos dimos. /
Catulo