La agenda de la rosa

Un cuento de Aristos Veyrud

I

Una mañana nacida del color naranja, con su aroma de naranja.

Sentados, satisfechos y alelados en el muro,  en la quietud del silencio, con nuestros espíritus en el horizonte…

De pronto fueron mis manos, el viento suave, y el olor azul cristalino del agua.

Entonces les dije adiós.

Nos vemos más tarde; respondieron.

Así será; dije con amor.

La luz de naranja caía en mi cabeza, en mi piel, en el algodón tejido de mi ropa llenándome por completo.

Recordé los relojes de arena, grano por grano, levantando su pequeña pirámide en la porfía de las matemáticas del tiempo.

Paso a paso, era el placer entre las intensidades desde la raíz del verde, a lado y lado del angosto camino de arena y tierra.

Caminaba lento, entregado a los latidos del corazón y al gozo de la respiración.

Un aire limpio, paciente, alegre, mostraba a lo lejos los azules calmos del lago.

Me senté en la orilla, y fue la delicia de la mirada planeando junto a las aves.

En mi mano la aspereza de una piedra, y adentro y afuera de la piedra su sabor mineral en una curva surcando el aire de naranja hasta el espejo azul de las aguas,  ahora en círculos azules, luego la calma, y después, más círculos azules en la serenidad de la superficie…y también círculos y círculos naciendo desde mi pecho perdiéndose en la inmensidad.

II

Los signos me habían revelado “…eres la plenitud del agua en calma…”

Lo recuerdo tendido boca arriba en mi cama, flotando en el infinito del color del techo.

Hasta cuando aparece el vuelo y la ofrenda de su boca enamorada, su sabor mineral, su carnosidad de frutas maduras, su divino fuego.

Del beso nace una mañana con tormentas de latidos, sacudidas de campanas, y más círculos de colores, como los de las superficies de las aguas.

Su cuerpo sobre mi desnudez es la tersura y voluptuosidad de la rosa, la piel del cielo, donde planean mis manos en su alma.

Las palabras amor, amor, amor enlazan nuestras miradas. 

Es el ritmo que golpea trenzando, apretando, compactando una existencia con otra existencia en una sola existencia, hasta que se rompe el apretado nudo que nos ata,  y salimos disparados, dispersos en rayos, libres en un marasmo de luces y destellos.

Y de nuevo la calma, recogidos en un abrazo de amantes.

De nuevo el loto florecido y radiante en una mañana naranja, en la tranquila superficie azul y diáfana del agua.

III

Corrí las cortinas y una catarata de luz inundó el cuarto iluminando su desnudez. Miré hacia el jardín y le dije; nos ha brotado una rosa.

Anoche lo soñé amor; me respondió.

¡Bruja!; le dije con cariño.

El aroma se filtra por la ventana y si duermo, sueño que nos florece en el rosal una rosa; me explicó lo que ya yo sabía, pero me encantaba que lo repitiera.

Entonces caí en la cuenta del aroma de nuestra rosa que se mezclaba cómplice con el aroma de nuestro café colándose en agua hirviendo.

Ser amante es levitar en un beso del universo, donde el destino o la agenda de uno o de todo se puede leer en el brote de una rosa…

Eso sentí…eso pensé…