Sobre renacimientos y vinos especiados

I

Mi balance para este año en su propósito prioritario arroja resultados muy positivos, en el económico marcha de acuerdo a lo programado, en el del corazón todo un dolor de cabeza, comprensible entonces porqué tantos bustos y esculturas clásicas posan sin cabeza ja ja ja.

Aparte de eso desde marzo tengo que tener paciencia más de la debida con las terapias, para ver si en el mes de junio del año inmediatamente que sigue, puedo iniciar de nuevo con mi rutina de carreras que tanto añoro.

Por lo demás los controles médicos, luego de un susto que me hicieron redactar algunos codicilos de urgencia ya entran a su normalidad.

No perdiendo el hilo de estos días de fiesta, ni el equilibrio dionisiaco (mucho menos), por necesidad hay que reflexionar e implementar esta relación con la fuente del alargamiento de la vida, por una parte, y por la otra no estaría mal darle una ligera leída a estos fragmentos sobre la muerte y resurrección del dios Dionisos ya que estamos próximos a otro solsticio de invierno como referencia de un nuevo año.

II
Así fue el nacimiento de Dionisos
La polémica rodeó a este dios desde su nacimiento, que fue un tanto extraordinario. Su madre fue Sémele, princesa de Tebas hija de Cadmo y Harmonía, y una de las muchas mujeres en las que Zeus centró su atención. Durante mucho tiempo, Zeus adquiría su forma de mortal y cada noche visitaba a Sémele en tórridos encuentros sexuales. Tal era el deseo que Zeus sentía por Sémele que un buen día le hizo una de esas promesas que hacen los amantes; le prometió que le concedería cualquier cosa que le pidiera. Así que Sémele le pidió que se mostrase ante ella en su forma original, es decir, que le mostrase su divinidad, sin saber que la manifestación divina ante un mortal sólo tiene un resultado y es la destrucción. Como Zeus se vio obligado a cumplir su promesa, Sémele cayó fulminada por el principal atributo del olímpico, el rayo, y no pudo sobrevivir al encuentro. Zeus actuó con rapidez y sacó de su vientre a Dionisos, que aún estaba en el sexto mes de gestación. Para completar los nueve meses, Zeus, cosió a su hijo a uno de sus muslos y esperó a que estuviera formado para hacerlo nacer.

¿Muerte y resurrección?
Tanta atención por el hijo de Sémele, despertó la ira de Hera, que perseguiría a Dionisos durante mucho tiempo con la intención de hacerlo desaparecer. Y casi lo consigue cuando la esposa de Zeus ordenó a los Titanes que capturaran al pequeño. Los Titanes no sólo lo apresaron, sino que lo despedazaron y pusieron a hervir todos los pedazos, mientras de las gotas de sangre nacía un granado, árbol cuyo fruto simboliza tanto la muerte, como la promesa de resurrección.
De la caldera donde hervían, fueron rescatados y reconstruidos los pedazos de Dionisos por su abuela Rea y, tras este sangriento episodio, Zeus transformó temporalmente a su hijo en un macho cabrío para esconderlo de la furia de Hera. Así fue criado Dionisos, metamorfoseado en macho cabrío, por las Ménades en el Monte Nisa, y allí fue donde inventó el vino.
Poco tiempo después, Hera descubrió al escondido Dionisos y arremetió contra él de nuevo, esta vez, volviéndolo loco. Por eso estuvo Dionisos vagando por todo el mundo con su ejército de Sátiros y Ménades, armados con sus tirsos y sembrando el terror allí por donde pasaban con sus delirios orgiásticos, instaurando el caos etílico y proponiendo un nuevo culto religioso.

El nuevo dios arrastraba a la población, en principio a mujeres entusiasmadas, es decir, poseídas por el dios, a un éxtasis ritual, a una desmesura donde el orden y la razón dejaban paso a los impulsos liberadores y sexuales, dando lugar a un festival de exceso y caos.
Vino, éxtasis, locura, delirio, orgía, bacanal, exceso… Son las palabras que vienen indisolublemente ligadas a Dionisos y que hacen las delicias de los poetas malditos. Pero sin duda, la característica principal de este dios tan especial es la dualidad.
Se trata del único dios que ha experimentado la muerte y la resurrección, por lo que su vinculación con el mundo de los muertos es tan activa como con el de los vivos. Se trata también del único dios que interactúa con los mortales sin esconderse en otra piel, mostrándose en toda su divinidad. Su dualidad persiste por ser el dios que enlaza la religión ctónica, la que surge de la tierra, con la religión uraniana, la del cielo, donde moran los olímpicos. Es capaz de ser el dios más oscuro del universo olímpico, a la vez que arroja una brillante luz a los mortales a través de sus rituales liberadores. Es el dios que pone frente a frente la ciudad organizada, la pólis, con la naturaleza más salvaje.

El culto a Dionisos
Una de las características fundamentales de los ritos dionisiacos era su celebración en el monte o en el bosque. Para ello, Dionisos sacaba de la ciudad a las mujeres provocándolas un estado de entusiasmo o de posesión, liberándolas de sus roles cívicos de esposas y madres y arrastrándolas hasta el monte donde se convertían así en las Bacantes del dios.
TOMADO DE:

http://laurasanchezvolveragrecia.blogspot.com/search/label/Mitolog%C3%ADa 

III
Las gráficas que ilustran esta publicación corresponden a un ágape centrado en un vino especiado (mulled wine) con algunos artistas, todos ellos apasionados lectores, allí se notará que algunos son escritores, otros cantan ópera, otros son actores de teatro y a lo último aparece el cocktail man (casero) ja ja ja mientras preparaba un “ave del paraíso”, también estuvo en el coctelario “el malacrianza”, y el más solicitado el “fogaraté”.
Todo se ve en calma ya que todavía no llegaban los músicos...ni los filósofos ja ja ja.

Como cuando hay que predicar hay que practicar y los resultados saltan a la vista, resulta que me asomo al espejo y justo allí apareció el mismo Dionisos, afortunadamente tenía la cámara en mano y pude capturar esta gráfica ja ja ja.

Para la próxima publicación les contaré sobre el avistamiento de un Unicornio Azul