martes, 24 de febrero de 2009

Tu Vida como Cenotafio ó Verso (I)

Diseño de cenotafio a Isaac Newton XVIII de Étienne-Louis Boullée



Son tres los momentos para un ser humano en donde la vida se da en toda su dimensión; cuando somos bebés, cuando nos enamoramos y cuando vamos a morir; la reacción al peso de la muerte ilumina a todas las culturas y civilizaciones desde sus creencias y sus religiones. La respuesta desde la vida a la muerte pasa a ser una respuesta a la vida misma. “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.” J.L.Borges. Cada una de las culturas construye y estructura la forma de su propia muerte, la muerte entonces, es además de muerte un resultado cultural.
Hay una posición diferente entre la visión de la muerte entre el pragmático mercantilista y el artista que ha sido consecuente con su vivencia estética, veamos uno de los tantos sarcasmos de la poesía en León de Greiff en su relato de Sergio Stepansky:


¡Juego mi vida!
¡Bien poco valía!
¡La llevo perdida
sin remedio!

Erik Fjordsson

Juego mi vida, cambio mi vida,
de todos modos
la llevo perdida...

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...

La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
—en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo...

Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.
Y la juego, o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...:
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:
todo, todo me da lo mismo:
lo eximio y lo rüin, lo trivial, lo perfecto, lo malo...

Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.

Cambio mi vida por lámparas viejas
o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:
—por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota rubia;
la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:
cambio mi vida por una anilla de hojalata
o por la espada de Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno: —para echar a rodar la bola...

Cambio mi vida por la cándida aureola
del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio por un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca...

o por esa muñeca que llora
como cualquier poeta.

Cambio mi vida —al fiado— por una fábrica de crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra—
o por su naricilla que está en algún Museo;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas...

¡o por dos huequecillos minúsculos
—en las sienes— por donde se me fugue, en grises podres,
la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres...!
Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida...

2 comentarios:

©Claudia Isabel dijo...

Un poema contundente!
la vida vale mucho, y no vale nada! tal cual!
Un abrazo

González Luis dijo...

La vida...tremendo tesoro que no se sabe que se tiene, hasta que la ves que se va!
A veces se dice que el destino es duro y cruel. Quizá sean experiencias para reflexionar y dar luz a la conciencia de vida. La muerte de los seres queridos son el mejor ejemplo. Ser conscientes de la existencia, de la búsqueda de una misión, pueden hacer la diferencia en el sarcasmo poético de algunos, en la realidad de vida de otros.
Muy buen post.!