domingo, 16 de noviembre de 2008



Propuesta de bandera para la UE por Rem Koolhaas

El arquitecto holandés Rem Koolhaas, propone como bandera de la Unión Europea un diseño basado en el código de barras de los productos, utilizando los colores de las banderas de los países miembros, a la vez que se pueden agregar los colores de las banderas de los países que se vayan integrando. El motivo básico de la unión de varios países del continente Europeo, es el beneficio comercial mediante la integración de sus mercados como un solo bloque. A principios de la década de los años 80 del siglo pasado se internacionalizó el código de barras lo que permitió agilizar y controlar desde cualquier punto del planeta las operaciones contables y estados financieros de las empresas, así, este se constituye en una especie de cordón umbilical entre los productores de bienes y servicios y los consumidores. Gracias a los avances de la red digital internacional, mediante este código se puede alimentar con todos los datos necesarios la matriz insumo producto en tiempo real, proceso esencial para la toma de decisiones empresariales y de las corporaciones. En consecuencia el papel moneda, cede su lugar de privilegio como símbolo de la economía de mercado ante este código.





Este símbolo tiene un tratamiento ya conocido en las artes plásticas. Aquí la artista presenta dos cuadros con el tema del código de barras, un código que toma con la solidez de sus barras todo el fondo de ambos cuadros; en el primero, la gama de tonalidades van desde los grises plomizos, asbésticos, a los grises de plata, contrastando con las sobresalientes líneas doradas y las líneas cercadas de un rojo dramático del centro; los colores de la naturaleza se mimetizan con el gris de cemento y concreto imperante de la obra. En el segundo cuadro en un fondo marrón, las barras contrastan entre el verde y el dorado y la naturaleza tiene dos tonalidades de un gris estaño.

En ambas obras la pintora reitera el angustioso imperativo geométrico que acomoda los elementos en un paisaje de un cielo totalmente homogéneo de esquina a esquina, sin la más mínima sorpresa y con el tufo monótono de las oficinas y las granjas. No hay duda, la lógica dorada del mercado es el esqueleto psíquico del cenizo ser humano lagartija que se resbala en las vitrinas de los hipermegasupercentroscomerciales. En los dos cuadros no aparece la figura humana ni su lenguaje telegráfico de consignas publicitarias, su razón, su orgullo de ser en el pasado, se diluye en las estructuras matriciales de los códigos de barras puestos de cabeza. Tanto su paisaje urbano como el rural ceden su antagonismo del pasado para unificarse ante los brillos de las barras doradas y no del sol. La diferencia entre sus paisajes desaparece.

La postura de los códigos en forma invertida, manifiestan plásticamente la inversión de los valores que produce el paso en falso del rebaño cuando considera el precio como valor. Un ser que se ahoga en el “inacabable granero (stock) de los hechos perdidos, de los acontecimientos miserables”, que se asfixia en la polución de sus laberintos citadinos, simplemente no tendrá la pasión, ni la fuerza para amar, mucho menos para defender el reposo de una piedra, o el pálpito del verde de la naturaleza, o la pureza de las noches, no defenderá la espuma ni la transparencia del agua, tampoco la ternura de la neblina, será indiferente, tolerante, cuando asalten la inocencia del aire.

La carga dramática, del alma de un mono na(fu)tura maniatada en las redes de un mercado, administrado globalmente en los paradigmas de una carrera ciega por la ganancia, a ultranza inescrupulosa y especulativa, es lo que erupciona en esta serie del Trop Pop.

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